sábado, 21 de agosto de 2010

UN DUELO EN LA CORDILLERA

El duelo era sin duda una pasión de caballeros-políticos hasta la primera mitad del siglo XX. Por cualquier frase que resultara ofensiva, el afectado nombraba a sus padrinos y éstos se comunicaban con el injuriador, y la disputa “se lavaba en el campo de honor”.

Ocurrió en febrero de 1919, el protagonista para variar era Arturo Alessandri a la sazón Senador por Tarapacá, y procuraba ser candidato presidencial, cuando se enfrasco en una polémica con el senador liberal Guillermo Rivera (el amigo de una ex primera dama). Rivera propiciaba que el candidato surgiera de todas las colectividades liberales, pues también las había en los conservadores (la Coalición), lo que León calificó de “falta de lealtad y traición” a quienes los había acompañado. No se quedo ahí, la proposición de Rivera recibió elogios de sus partidarios, Alessandri agregó: “La mediocridad de los débiles busca el halago y el aplauso fácil”. Estimando Rivera que dichos conceptos “deprimían su honra”, inmediatamente busco sus padrinos. Alessandri tuvo en cuenta que el duelo era un delito, y aunque la policía siempre lo ignoraba para no interferir en pleito de caballeros, esta vez si podía actuar, lo que podría dejarlo inhabilitado para ser Presidente. Pero, por otra parte, quien rehuía un duelo quedaba descalificado como caballero: era un hombre sin honor.

¿Cómo zafarse? El desafiado podía elegir el lugar, Alessandri eligió “a los pies de la estatua del Cristo Redentor”, en plena cordillera, a 3900 metros de altura. Como estaba en la frontera con Argentina, si llegaba la policía podía eludirla atravesando al otro lado. Los padrinos rabiaron, pero tuvieron que aceptar.

A las dos de la tarde del martes 24, Alessandri entra a la Casa Francesa (Estado esquina Huérfanos) y sale sigiloso, por el pasaje Matte hacia el Club de la Unión. De allí, para despistar, aborda un Ford hacia el parque Cousiño, y luego se devuelve por Vergara hacia Agustinas 236, la casa de su padrino de duelo, Cornelio Saavedra Montt.

Burlando al policía que vigila la casa de Saavedra, salen juntos por la puerta falsa que da a calle Cienfuegos, donde los aguarda un Buick, perfectamente equipado para un largo viaje. A todo escape, toman Avenida Independencia, sumándose el diputado radical Héctor Arancibia Laso, su otro padrino, a la altura de Hipódromo Chile. Camuflado en un traje de equitación, lleva una caja de pistolas. Juntos emprenden rumbo por la cuesta chacabuco hacia Los Andes. Paran en el Hotel Sudamericano, que no es el mejor, pero saben que la policía los buscara en el Plaza y en el Español. Comen algo, y luego en los baños se disfrazan en forma irreconocible. Prosiguen hasta Río Blanco. En el camino, una pareja de carabineros detiene el Buick, pero les fue imposible reconocer al señor Alessandri, que usaba bigotes, al señor Saavedra, que tenia patillas inglesas, ni al señor Arancibia Laso, que, colocado en el asiento del conductor, con grandes anteojos azules, manejaba el auto.

Mientras Alessandri y sus padrinos dejaban Santiago, su contendor, Guillermo Rivera, abandonaba Limache en el tren expreso. En Llay Llay abordaba la combinación a Los andes, para luego pernoctar en el fundo La Palomera. A las cinco de la madrugada, Alessandri y sus padrinos abandonan el hotel y emprenden camino a la cordillera. En la ruta, según le han informado, pueden encontrar arrieros y mulas. Bastaría un solo arriero, pero contratan a los cuatro que hay. Se repite el mismo caso, llevándose todas las mulas, aunque bastarían solo las necesarias para continuar el viaje si se hiciera imposible seguir en automóvil.

La prevención era acertada, pues 10 kilómetros mas adelante encuentran un puente cortado. Sin descanso, a marcha forzada, continúan. Justo al mediodía llegan a Caracoles. Cornelio Saavedra montaba una mula baya que no pudo resistir sus 120 kilos y se echo al suelo. No quiere seguir cansando mulas, e intenta continuar a pie, pero a los 100 metros lo vence una indisposición muy frecuente en las partes altas: ¡la puna! Los arrieros lo auxilian con limones.

A la una y media de la tarde llegan a los pies del Cristo Redentor. Gendarmes argentinos se acercan, y Arancibia les formula “cargos severos por encontrarse en territorio chileno”. Ellos alegan que están allí por instrucciones de la policía chilena para evitar el lance. Arancibia responde que han sido objeto de una trampa, pues ellos como parlamentarios llegaron allí avisados de que gendarmes argentinos entrarían a territorio chileno. Estos pedían excusas y se retiran.

Justo a las tres de la tarde, hora fijada para el duelo, el padrino Arancibia exige a Alessandri que regrese “por no haberse presentado ni su adversario ni sus padrinos”. Aguardan media hora más. Concluido el plazo, levantan el acta y dejan establecido que el contenedor no se presento al “campo del honor” y que no podían esperar mas, pues se estaban congelando.

Rivera, en cambio, señaló que no llego al encuentro porque todos los arrieros y mulas del sector cordillerano fueron arrendados por Alessandri con la única finalidad de evitar su presencia en el campo de batalla.

lunes, 16 de agosto de 2010

CASA DE HINDERBURG

La casa donde habitara Eduardo Frei Montalva es la única casa en pie de un ex Presidente chileno transformada en museo y que cuenta con todo su mobiliario original. Su colección de más de 350 objetos permite un verdadero viaje por la historia de Chile y del siglo XX.

Al entrar a la casa inmediatamente nos adentramos en el estilo de vida de una familia clásica chilena de los años 60’. La falta de vitrinas invita a conocer un museo con un concepto moderno que permite vivir el patrimonio familiar de Eduardo Frei Montalva a través de sus espacios más íntimos y la conservación de su mobiliario original. La colección contempla mobiliario, obras de arte, fotografías, objetos de uso personal, vestuario, la banda presidencial, dos bibliotecas, diplomas, documentos y títulos. Dada la buena condición del inmueble y por ser parte de la memoria colectiva de un importante período histórico-político de Chile, la casa fue declarada monumento nacional el año 2005.

Pero la casa de Hinderburg tiene todo un carácter emblemático. Resume lo que ha sido la norma en los otros Presidentes de Chile, que salieron de La Moneda más pobres que como entraron. Algunos como Aníbal Pinto que para pagar sus deudas vendió sus derechos en las minas Puchoco y que para subsistir aceptó un puesto en la redacción de El Ferrocarril, haciendo traducciones, junto al almirante Jorge Montt, quien habito una casa que le habían regalado sus partidarios al término de su mandato. El umbral de esa vivienda fue franqueado por el General Charles De Gaulle, Golda Meir, Indira Gandhi, el arzobispo Makarios III, la Reina Isabel II, el Príncipe Felipe, el Rey Balduino y la Reina Fabiola de Bélgica.

En lo familiar, la familia Frei vio crecer durante cuatro décadas a sus siete hijos. La sobria vida Frei y doña Maruja se reflejan en el recuerdo, cuando en las mañanas se ve a don Eduardo salir en compañía de doña Maruja, que llevaba un niño en brazos y otro en la mano. Iban hasta la esquina de Salvador, donde el tomaba la micro Catedral que lo llevaba al centro de la capital donde tenia su oficina de abogado en calle Agustinas. Mientras los pequeños quedaban agitando sus manitos. Sólo muchos años mas tarde Frei pudo comprarse un auto, un Ford de segunda mano, del cual le hicieron muchas bromas por sus frecuentes pannes.

sábado, 7 de agosto de 2010

CANDIDATO ALTERNATIVO

Los candidatos respondían a partidos políticos tradicionales y estos, a su vez, buscaban alianzas entre posiciones relativamente afines. La norma se rompió dramáticamente en 1925.

Vicente Huidobro, el primer candidato alternativo de la historia política chilena, fue ungido aspirante a la Presidencia por una extraña coalición formada por estudiantes universitarios, reunidos en torno al grupo Acción, y militares de tendencias izquierdista, liderados por Marmaduke Grove.

Era, por cierto, testimonial como varias de las que se conocieron en Chile más tarde, que se proponía “cobijar a todos los hombres sanos del país, hastiados del desorden y el ladronaje exagerado de los últimos 20 años de la vida política de Chile”. El poeta llega de Europa tras una ausencia de siete años y su primera impresión, era que Chile no había experimentado ningún adelanto “Creen que adelanto es vivir de ilusiones. Siempre las mismas caras tristes. La gente baila llorando y me han dicho que en el Parque Forestal a las parejas las iluminan con linternas. Es un síntoma de la idiotez reinante. Querer reducir toda una ciudad a un patio de colegio jesuita”.

Huidobro se tomó las cosas más o menos en serio. Nombró un jefe de campaña, el poeta Juan Guzmán Cruchaga, padre del primer juez que procesó a Augusto Pinochet; redactó un programa de gobierno en que los “decretos deberán ser en verso”, y lanzó una publicación que duró tres números en su primera etapa y que se dedicó a denunciar abusos y corrupción de funcionarios públicos y comerciantes. Tal como los hacen los políticos tradicionales, el comando de Huidobro organizó una proclamación formal en el Teatro septiembre, en Alameda con esquina Lira. Pero el candidato no alcanzó a pronunciar su discurso: esa mañana de domingo, los partidarios del candidato José Santos Salas irrumpieron en el teatro y frustraron la proclamación.

Una semana después, a pocos días de la elección, Huidobro abandono su candidatura y el país por la joven y aristocrática Ximena Amunátegui, de 16 años, con quien se refugio en Paris. Su nombre ni siquiera apareció en la papeleta de votación. Pero al año siguiente, el poeta volvió y se presento a diputado. No ganó, pero al menos esta vez si apareció en la papeleta.