martes, 27 de octubre de 2009

HORA DE INFIDENTES

Fue en la campaña presidencial de 1958, en su segundo intento por llegar a la presidencia. Estaba Salvador Allende con su secretario privado Osvaldo Puccio y el hijo de éste, Osvaldo Jr. De pronto se acerca a ellos un joven estudiante de barba, con cara de universitario y guerrillero de café. Le hizo saber a Osvaldo Puccio que quería filmarle a Allende con una máquina de 8 mm que en ese tiempo eran tan escasas como turista cubano.

La idea del joven era grabarle imágenes, pues la cámara no tenía sonido. Luego estas imágenes se pasarían por los distintos cines del país, entre medio de las sinopsis de las películas, en una especie de franja cultural de la época. Puccio le hizo saber al candidato la idea del joven y se dispusieron a grabar en las afueras de Curacaví, cerca de Santiago. Allende se subió a un cajón de manzanas y fingió hablar a una inexistente multitud mientras un entusiasta joven le filmaba desde diferentes ángulos.

El Chicho dijo:"Aquí estoy en medio de estos haraganes, donde el único que vale la pena es este niño que no tiene la culpa de tener al padre que tiene, un huevón intrascendente y flojonazo". Puccio reía con la guasona perorata del Chicho y la filmación duró entre cuatro y seis minutos.

Una vez exhibida las imágenes en los cines del país, llegó una carta de protesta a la secretaría del FRAP, donde una profesora no se explicaba "cómo un señor que intentaba llegar a la presidencia de la República tuviese un lenguaje tan soez e impropio de quien pretende tamaña investidura".

¿Qué había sucedido?
La carta la firmaba una profesora de una escuela de sordomudos. Como se sabe, estas educadoras son expertas en leer el mensaje de quien habla por el solo movimiento de los labios.

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