miércoles, 14 de octubre de 2009

HIJO DE ESTATUA

Pedro Montt, desde su nacimiento pesó sobre él la grave carga de ser un hijo de un estadista cuyo nombre era repetido con respetuosa admiración en toda América. Existe una desconfianza justificada por la experiencia respecto de los "hijos de estatuas".

Era el 9 de enero de 1896, siendo Presidente de la Cámara de Diputados, la oposición violenta contra el Presidente José Manuel Balmaceda ya se organizaba. Aún no se despachaba la ley que autorizaba el cobro de las contribuciones. Balmaceda tenía mayoría, pero una minoría exigua se imponía, por defectos del Reglamento de la Cámara, sobre una mayoría enorme.

Entonces Pedro Montt declaró "cerrado el debate" en medio de un desorden monstruoso, tras sesiones que habían durado varios días y noches sin interrupción. Después se supo el secreto: Don Pedro, vacilante, había consultado al viejo ministro de su padre, Antonio Varas, entonces presidente del Senado. Éste le habría contestado que "si su padre viviera, se asombraría de verlo vacilar".

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